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Relato
Los pescadores, quien la conocía, les tenían, ya preparado, unos pescados.
Ella los guardaba en su mochila de cuero despellejado y La Loca se alejaba del puerto, muy feliz.
También recuerdo una tarde lluviosa, cuando, mirando por la ventana, vi a La Loca andando hacia el puerto y caminando por el centro de la calle, con expresión sonriente y segura. De pronto, un coche dobló muy rápido la esquina, casi atropellándola. El conductor, asustado, le gritó “¡Estás loca, súbete a la acera!”
La Loca, sin ser consciente de lo que ocurrió, siguió por su camino.
El conductor se bajó de un coche verde y con un faro roto, cogió a La Loca por un brazo y la empujó hasta la acera, sin dejar de gritar.
Ante aquello no me pude contener. Abrí la ventana y le grité al enfurecido conductor. ¡Suelte a esa mujer ahora mismo, si no quieres que llame a la policía!
¡Usted no se meta! ¡No ves que está loca, va caminando por medio de la calle y casi le mato! Me dijo aquel hombre regordete, de baja estatura y echando espuma por la boca.
¡Y usted no sabe que va en dirección prohibida! ¡Esta calle es peatonal!
Mis gritos y los gritos de aquel desconocido conductor se juntaron con el ruido de la lluvia.
¡Tú, y tú, callaos las bocas! nos gritó La Loca, mirándonos con ojos grandes y señalando con su dedo amenazante. ¡Dejadme en paz! Por vuestra culpa voy a llegar tarde al puerto. Estoy harta de escucharos.
Sois, tal para cual, un par de locos…. ¡locos!
Código de registro: 1706012493715
Queridos amigos y amigas. A todos les doy las gracias, por vuestra paciencia, por estar aquí, a pesar de mi ausencia. A veces, no estamos donde quisiéramos estar...
Os dejo con cariño besos y abrazos.
GRACIAS.
Lola Barea