“La encantadora Bailarina” Relato.
¡Bailaba de maravilla! Ni cuando hacia uno de sus giros perdía su sonrisa, ni el brillo de sus ojos que encandilaban a los chicos. Era ella, sin dudas, el centro de atención de chicos y chicas. A demás de guapa tenía un cuerpo perfecto. Todos los chicos querían bailar con ella y las chicas queríamos ser como ella. Hasta el nombre le favorecía, Flor Celeste, también se la conocía por La Celestina o La Florecilla Azul.
"Oscar el macho", quería ir más allá de un simple baile. Cada sábado a las ocho de la tarde, él estaba ahí, en la puerta del salón de baile, con su camisa azul y rayas blancas, algunos botones sin abrochar, luciendo pelos en pecho.
Pocos minutos después, llegaban Javier y Leonardo. Los tres con las mismas intenciones, querían tener a Flor Celeste como novia.
Nosotras, las chicas, sabíamos que La Celestina, era un rival muy fuerte. A pesar de ello, todas íbamos al baile por si había suerte, y algunos de los chicos nos sacaban a bailar.
Un sábado, a las nueve de la mañana, me llamó mi amiga Tere. No podía creer lo que me contaba. La Celestina se había comprometido formalmente con Oscar. ¡Eran novios! Eso significaba que Leonardo y Javier habían perdido la batalla. Por lo tanto, estaban libres.
Así fue, esa misma noche, Leonardo me sacó a bailar y Tere bailó con Javier. En todo el mes, La Celestina y Oscar no aparecieron por el baile. Fue un mes maravilloso, incluso, yo y mi amiga empezamos a comprar el ajuar.
Por fin llegó otra tarde de sábado. Yo estrenaba mi vestido rosa pálido, con los zapatos a juego y mi cabello con un bonito recogido que me había hecho mi madre. Tere, llevaba un vestido verde claro y zapatos negro, su cabello brillante y suelto. Íbamos monísimas. Llegábamos felices al baile. Tere se fue a buscar a su Javier, y yo a mi Leonardo.
Llevábamos un rato en el baile cuando Tere se me acercó llorando. ¡Javier no quería salir más con ella! Él amaba a La Celestina. Como Oscar y La Celestina ya no eran novios, La Celestina volvía a ser libre, y Javier no quería perder esa oportunidad.
Yo intentaba consolar a mi amiga Tere. A la vez mis ojos no dejaban de buscar a mi Leonardo.
¡Tierra trágame! Exclamé cuando los vi. Leonardo, salía del reservado, abrazado y besando a La Celestina.
Yo fui invisible para Leonardo y La Celestina, y eso que me tuve que apartar para que aquel par de tórtolos pasaran y no me atropellaran. Aunque no se lo crean, yo, ni hablé ni lloré.
“Porque llorarle a una felicidad que es de fantasma, una felicidad que nunca existió”, le dije a mi desesperada amiga.
Autor: Lola Barea